martes, enero 22, 2008

Guinõ gastronómico

Este último fin de semana se me antojó cocinar, cosa que no hacía desde hace algún tiempo (tirar un bife en la plancha o hervir un paquete de fideos no es cocinar, no jodan). Previsiblemente, opté por una receta propia que doy en llamar "potaje", a secas: hace un par de décadas que la vengo haciendo, la han disfrutado muchos comensales con gustos muy distintos y todos, sin excepción, la han elogiado. En un plato vegetariano aunque yo no lo soy (ni vegetariano ni un plato, claro) y básicamente lo que se necesita es una buena variedad de verduras y bastante paciencia. Señora mamá: ¿usted quiere que su hijo coma verdura y no lo logra? ¡Hágale un potaje! El resultado es bastante dulce y le aseguro que él no va a dejar ni un poco. A través del tiempo he variado algunos ingredientes secundarios de acuerdo a lo que tenía disponible en el momento, pero les describo la receta tal cual la hice esta vez.

Se pican dos cebollas, dos dientes de ajo grandes y un morrón, se riegan con un generoso (bueno, tampoco la pavada) chorro de aceite y se rehogan en el fondo de la olla; luego se agregan, junto con un poquito de agua, una lata de tomates pelados (en otras ocasiones les doy un golpe de hervor para pelarlos, pero esta vez compré una lata –no lo recomiendo-) y una zanahoria grande rallada. Con esto tenemos lo que podríamos llamar una salsa base; a ésta se le van sumando, mientras se añaden discretas cantidades de agua (no queremos obtener una sopa), tres papas medianas y medio anco cubeteados lo más pequeño posible (reitero: tampoco la pavada) y, también cortados en rodajas lo más finas posible, un tallo de puerro, dos de verdeo y algunos de apio de la parte superior de la planta, que no tienen tanta fibra. Finalmente se agrega una lata de choclo cremoso y se condimenta a gusto (en este caso con sal, comino, pimienta de Cayena y un chorro de malbec, porque fue lo que encontré en la alacena); y ahora comienza lo más importante: muy pronto encontrarán que todos los ingredientes ya están cocidos y son perfectamente comestibles pero lo que tenemos en la olla es un grupo de sólidos y cierta cantidad de líquido y ese no es mi potaje. A partir de ese momento hay que dejarlo cocer durante un par de horas (al menos dos y si son más mucho mejor) a fuego mínimo y revolviendo con cuchara de madera regularmente (cada cinco o diez minutos, digamos, y manteniéndolo bien tapado mientras no se revuelve) hasta que tome la consistencia de una crema espesa y el color, tanto como el aroma y sobre todo el sabor, se hayan homogeneizado casi por completo. Entonces sí: servir en platos hondos y... ¡Bon appétit!

Las cantidades que apunto alcanzan para unas seis porciones abundantes, es decir una comida para tres personas, ya que hasta ahora nunca ocurrió que los comensales no pregunten ansiosamente si es posible repetir. Ah, por último: si llevan a la práctica esta receta y son elogiados por el resultado, no dejen de mencionar que les pasó la data este humilde servidor.