viernes, enero 23, 2009

Piña

-Che, tenemos que publicar algo.
-No hay nada.
-Acá hay algo, un pibe le pegó una piña a otro.
-¿Y qué hay con eso?
-El que se la comió se peinaba raro.
-¿...?
-¡Tribus urbanas, Rodríguez! Floggers, emos y todo eso. Le ponemos de título "Lo atacaron por ser flogger".
-¿Es flogger?
-Sos un denso, ¿"por parecer flogger" te gusta más?
-Bueno, dale, ¿cómo empezamos?
-Con un párrafo que diga que fue solamente su aspecto lo que motivó que lo atacaran a golpes.
-¿Golpes? Le pegó una sola piña, se cayó y se desmayó por chocar contra el piso.
-Y bueno, el puño y el piso son dos golpes: una "golpiza". Después seguimos con el mismo tema pero citando la versión policial, aclaramos que la fuente es el comisario porque eso le da más autoridad.
-Pero lo que dice la cana es que el pibe les contó eso... nada más.
-¿Y?
-Que no sabemos qué pasó. Esa excusa es la más fácil, ¿qué le va a decir a la cana: "El sábado me dio guita para que le compre merca, me la tomé y le di aspirina"?
-No podemos poner eso.
-¡Claro que no podemos poner eso! Lo estoy usando como ejemplo, capaz que se curtió a la novia del otro o algo así, ¿vos qué sabés?
-No rompas, Rodríguez, estamos con lo de las tribus. ¿A ver qué dijo la vieja? "El nene se peina raro y es muy boludo, pero buen chico".
-Eso no sirve.
-¡Todo sirve! Adelante le ponemos "la mamá confirmó que le pegaron por flogger", dos puntos.
-¿Me estás cargando? Si copiamos esa frase de la madre todo el mundo se va a dar cuenta que no confirma eso, ni nada.
-¿Pero vos quién te pensás que va a leer esto? A "le pegaron por flogger" lo ponemos en negrita y listo, después de la negrita va cualquier cosa, a nadie le importa.
-¿Y no será mucho?... después de todo fue una piña.
-No te veo futuro en esto, Rodríguez. Cerramos recordando a aquel otro pibe, ese que lo agarraron entre varios y terminó muerto: si vos cerrás el artículo hablando de una muerte, ¿quién va a ser tan hijo de puta como para decir que lo único seguro de todo esto es que un pendejo le pegó una piña a otro?

martes, enero 13, 2009

Somos nada pero somos

Alguna vez rebosaba de ideas para escribir pero me resultaba imposible plasmarlas en un texto; hoy me pasa algo peor: no tengo la más mínima gana de escribir porque no encuentro ningún tema sobre el cual me resulte importante decir algo. El tema de hoy sería, sin duda, la alevosa insistencia del Estado de Israel en continuar su intento de genocidio sobre el pueblo palestino, pero para eso sólo tendría que copiar algo que ya he escrito en ocasión de su reciente invasión al Líbano y cambiarle algunos nombres propios; además de agregarle, seguramente, algunos epítetos descalificadores. Si nos guiamos ciegamente por los medios, esta imperdonable masacre tiene un lado positivo: tal parece que el gobierno colombiano y las FARC han dejado, ambos, de asesinar (bueno, no creo, pero es muy difícil encontrar alguna información al respecto), que los fachos racistas cruceños han dejado de maltratar y denigrar collas (bueno, no creo, pero...), etc. Esta última referencia, combinada con aquella imposibilidad de escribir cosas nuevas, me hizo recordar un viejo texto que todavía no había subido a este sitio.

Allá por septiembre de 2004 un ex compañero de trabajo (que por entonces no era ex, claro) que estudiaba edición o algo así y publicaba una revista de distribución gratuita y reducida tirada junto a otros estudiantes de cosas similares, y que conocía mi prosa y le gustaba, me acercó una nota escrita por él sobre los linchamientos de los alcaldes corruptos -oportunamente denunciados ante la inoperante y cómplice justicia ordinaria- que habían sido ejecutados sumariamente por los habitantes de los poblados aymara de Ilave (sur de Perú) y Ayo Ayo (Bolivia) y me pidió que escribiera un "breve texto de ficción" [sic] para complementarlo. Pocas horas después le hice llegar un monólogo escrito a las apuradas y poco revisado para saber si era algo así lo que buscaba; sorprendentemente, me llenó de elogios y se quedó con ese borrador como texto definitivo, impidiéndome cambiar una palabra.

Yo lo escribí, de acuerdo a las pautas que él me dio, imaginando un pequeño recuadro dentro del cuerpo de su artículo. Mucho fue mi asombro cuando tiempo después me trajo un ejemplar de la revista y vi que su artículo estaba en las páginas 6 y 7 y mi texto por encargo en la 17 presentado como "un relato inédito de 1+" en una fuente enorme para que ocupara media página y rellenada la otra mitad con una imagen distorsionada del más famoso retrato del Che. Me pregunté como podían sacarlo así de contexto, sin referencia alguna al requerimiento que le diera origen, en una publicación confeccionada por estudiantes de edición... Pero la respuesta era obvia: estaba confeccionada por el tipo de profesional que la actual industria editorial reclama.

Sin más, esto fue lo que vi impreso:


SOMOS NADA PERO SOMOS

No señor, doctor, usted no entiende. Usted dice esto es Bolivia, aquello es Perú. Yo no sé qué será eso, señor, pero esta es nuestra tierra. No, no así, señor, no es que sea mía como cuando usted nos dice este es mi teléfono y aquel es mi coche. La tierra es para vivir y no puede ser de nadie, pero usted dice que sí hay dueño. De otros doctores de la ciudad dice usted que es esta tierra.


Somos bárbaros, dice. Aquí no leemos, no señor, pero los viejos siempre han contado la historia. Porque en nuestra lengua hablamos y eso vale, sin tener que molestarnos con papeles, como en esta otra lengua suya, en que lo dicho ahora ya no vale en la mañana. Y los jóvenes todavía repetimos, doctor, que gente como usted ya decía estos son bárbaros, mientras cortaban orejas y narices, y arrojaban a los críos para ver quién más lejos, por jugar y tan sólo.

Entonces somos bárbaros si usted gusta, señor. Y menos que eso también: somos nada pero somos, y debemos luchar por seguir siendo. Porque la vida se defiende como sea, doctor, y esa sí que es una ley. No estos papeles suyos, y de un gobierno que se nombra boliviano, donde parece decir que es justicia nuestra hambre y el desamparo. Y que esta miseria es además culpa nuestra, por no hacer esto o aquello, no trabajar todo el día para quedarnos sin nada, que todo se lleva usted, señor, y otros doctores, mientras morimos de a poco y sin consuelo.

No se confunda, doctor, señor. Aquí preferimos el olor de la lluvia y de la tierra mojada, no el de la carne quemada. Preferimos el sonido del viento a los gritos de agonía. Pero la ley es ley y la justicia es justicia. Y de esto trata el asunto, señor, y en este asunto usted muere, doctor, para variar esta vez.