lunes, febrero 25, 2008

Tumbas de vinilo

Un intercambio de opiniones que se dio en el blog de Fede a partir de su referencia a un post de Fedefer, acerca de la diferencia entre bajar música en mp3 y comprar un CD original, me produjo un efecto de nostalgia, algo que parece ocurrir cada vez con más frecuencia a partir de los cuarenta; así que visité el hogar de mis viejos, unos ancianos muy queribles que siguen viviendo en la misma casa que compartían con sus dos hijos y que no se han deshecho de prácticamente nada, y revisé los vinilos que hace un par de décadas dejé ahí. Como en el caso de los libros, lo que hay en existencia es muy relativo con respecto a lo que uno escuchaba entonces, ya que los discos iban y venían; algunos de ellos fueron aportados por mi hermano mayor, otros por mí y otros quién sabe. Esperaba encontrar, por ejemplo, Crash Landing de Jimi Hendrix, pero no estaba (después creí recordar que lo había regalado y hasta supongo que sé a quién) y en cambio encontré discos que no recordaba en absoluto, como The Future Now de Peter Hammill. Entre lo que había no me costó mucho ni tardé demasiado en encontrar una docena que me da gusto comentar. A falta de un criterio que no tendría, opto por el estricto orden alfabético.

Brian Eno: Taking Tiger Mountain. Un disco que siempre me resultó muy bello por su simpleza: las canciones son simples, los arreglos son simples, todo en él es simple. Recuerdo a la perfección prácticamente todos los temas a pesar de no haberlos escuchado desde entonces, aunque un par de ellos fueron incluidos en la banda de sonido de la película "Clean" y, ahora que lo pienso, tal vez eso influyó en que el film me gustara tanto...
Para recomendar: la furia minimalista de Third Uncle.

Crosby, Stills, Nash & Young: So Far. Lo mejor de dos discos en los que es difícil elegir lo mejor. Cuatro personalidades bien definidas y distintas (basta escuchar las canciones aportadas por cada uno) que se ensamblan maravillosamente como las piezas de un asombroso rompecabezas, y además unos juegos de voces como no es habitual encontrar.
Para recomendar: la irrepetible versión de Woodstock y la magia de Guinnevere.

Frank Zappa: Hot Rats (no busqué la imagen de tapa porque lo que encontré fue el vinilo en su funda interior de papel blanco y liso). ¿Qué decir de este tipo? Quizás sea el opuesto de Eno: composiciones y arreglos muy elaborados, de esos en los que uno encuentra cosas nuevas cada vez que los escucha, interpretados por una banda que es un relojito aceitado (debía ser difícil tener a Zappa de jefe).
Para recomendar: los graznidos de Captain Beefheart en Willy The Pimp.

Gong: Camembert electrique. Un disco distinto, sin duda; producto de un grupo de auténticos hippies (a la postre excelentes músicos) que vivían en comunidad en la campiña francesa. Después el grupo cambió de integrantes y de estilo y lo que hicieron, bueno o malo, fue muy otra cosa. Camembert, para mí, es un hito.
Para recomendar: todo... A falta de mejores referencias menciono las brevísimas interferencias de radio provocadas por gnomos (sic) al inicio y al final de cada lado, con títulos tan descriptivos como Squeezing Sponges Over Policemen's Heads.

Invisible: El jardín de los presentes. El disco porteño por antonomasia, mucho más que cualquier tango; al menos es la música que representa mejor a la Buenos Aires que yo vivía y vivo. Además, teniendo en cuenta la falta de producción que había entonces en las grabaciones de rock argentino (más allá de la indudable calidad de compositores e intérpretes) este disco fue, en ese sentido, una margarita en el chiquero.
Para recomendar: el doblete de 200 años, con su cristalino solo de viola y el crescendo del final, y Niño condenado (Uf... ¡Niño condenado!).

Joni Mitchell: Hejira. Un disco cálido... Creo que esa es la mejor definición que encuentro. Las confesiones de una mujer independiente y viajera ("a prisoner of the white lines on the freeway", según se autodefine en la primera canción) hechas a través de una poesía contundente que sólo se atiene a reglas propias. Una obra que, definitivamente, tiene el poder de seducirme cada vez.
Para recomendar: Black Crow, demostración de cómo llevar un ritmo sostenido y atrapante (guitarra de Joni y bajo de Jaco Pastorius mediante) sin ningún tipo de percusión.

King Crimson: Islands (con esta tapa, no con la de la nebulosa -o lo que sea eso-). Disco generalmente minimizado por los crimsonmaníacos que lo comparan con lo anterior y lo posterior, pero para mí siempre fue algo muy especial. Escuchado hasta el hartazgo cuando estaba melancólico, cosa que, obviamente, aumentaba mi melancolía.
Para recomendar: el tema que le da título y su ineludible Preludio: Song Of The Gulls.

Peter Gabriel (a falta de mayores datos aportados por el autor, digamos que es el tercero). Más allá de los gustos personales es indiscutible que el quía se mantuvo a la vanguardia durante toda su carrera, basta ver alguno de sus más viejos videos. Este es un disco poderoso, con un sonido impecable y unos instrumentistas de reputísima madre; y las letras de Gabriel, claro, en las que siempre hay algo para rescatar. Un vinilo que recuerdo haber gastado a conciencia en su momento.
Para recomendar: I Don't Remember, incluida la introducción de saxo (que teóricamente es otro tema pero para mí no lo es).

Steve Hillage/ Miquette Giraudy: Rainbow Dome Musick (por razones comerciales se publicó con sólo el nombre de Hillage, tremenda injusticia). Un vinilo transparente (cosa rara en aquel tiempo) con una extensa composición de cada lado, llena de climas que crecen y decrecen y una prácticamente nula estructura melódica. Creado, según cuenta la contratapa, para un encuentro de "Cuerpo/ Mente/ Espíritu", es un disco ideal para dos situaciones específicas: si uno es místico para meditar, y si uno no es místico para fumarse un buen faso y ponerse un poco místico.
Para recomendar: Garden Of Paradise, el lado A (más agua y aire) adjudicado a ella, que siempre me gustó más que el lado B (más tierra y fuego) adjudicado a él.

Talking Heads: Speaking In Tongues. Creo que fue el último vinilo que compré en mi vida. Una base rítmica capaz de levantarle el ánimo a un moribundo y, por sobre ésta, los decires y discurrires de Byrne, que siempre da la impresión de no tener ganas de cantar y siempre, pero siempre, da gusto escuchar.
Para recomendar: un tema que, a pesar de no escuchar hace añares, sigue resonando en mi cabeza: Swamp... y eso que "compite" con el archifamoso Burning Down The House.

The Police: Regatta de Blanc. Un clásico, por supuesto. Una eficiente vuelta de tuerca a las promesas de su primer disco, previa a un cambio de rumbo en busca de otros sonidos. Además, el disco con mayor participación compositiva de Copeland, cuyas canciones siempre me gustaron más que las de Sting.
Para recomendar: tal vez el tema que más me guste de toda su discografía: el humilde On Any Other Day.

Yes: Fragile. Como en el caso anterior, quizás sea a lo máximo que llegó la banda en su búsqueda inicial antes de dedicarse a otra cosa; es este caso, a llenar lados de álbumes con extensos temas de 20' que (según confesó algún miembro más tarde) eran excelentes canciones de 4' estiradas a más no poder. Al margen, el potente y preciso Rickenbaker de Squire que, por entonces, era una meta para mis torpes e ineficientes intentos en un sótano del barrio (perdón, vecinos).
Para recomendar: ese solo de guitarra española, fuera de cualquier referencia cronológica, que es Mood For A Day.

Por supuesto, todo esto lo escribo a partir de mis recuerdos. No hubiera sido justo para esos vinilos inertes, aunque hubiera tenido cómo, hacerlos sonar de nuevo; hubiera sido un desprecio a su honorable simbolismo. Fue para mí como una visita a un cementerio en donde las lápidas, algunas en mejor estado y otras deplorablemente abandonadas, nos hacen recordar personalidades que, de ningún modo, nos pueden traer de vuelta por sí mismas. De regreso a mi casa (la que continúo llamando así aunque muy pronto volveré a mudarme para vivir solo) encontré otro triste cementerio: el de los cassettes de VHS, que contienen –contuvieron, al no tener dónde reproducirlos- una cantidad de magnífico y entrañable cine, pero eso será tema para otro post... o tal vez no.

miércoles, febrero 20, 2008

Países imaginarios

En Ruritania está la prisión de Zenda, o al menos así imaginó un tal Anthony Hope a fines del siglo XIX. Las dudas surgen cuando uno lee que, según un grupo de jóvenes ingleses recientemente encuestados, Winston Churchill fue un personaje de ficción y en cambio Sherlock Holmes fue real. Ruritania, hoy en día, bien podría existir.

En 1903 el gobierno colombiano de entonces no parecía demasiado dispuesto a aceptar las solicitudes de su par yanqui, o quizás requerían coimas demasiado onerosas, para que sus capitales privados retomaran y concluyeran las obras del canal de Panamá; condiciones que incluían la cesión de soberanía de una extensa zona a ambos lados del mismo a los Estados Unidos de América. La solución que encontró Teddy Roosevelt fue la más práctica: contactó a algunos influyentes ciudadanos provinciales y los invitó a declarar la independencia del istmo, garantizándola con la movilización previa de buena parte de la hipertrofiada U.S. Navy a la zona en cuestión para proteger al nuevo país frente a una posible invasión de su vecino hostil, Colombia. Por supuesto el gobierno del nuevo país otorgó a los yanquis lo que ellos reclamaban e incluso un poco más, como las enormes bases militares que aún poseen en el territorio.

El último domingo declaró su independencia de Serbia la región autónoma de Kosovo, declaración que fue festejada por sus habitantes con banderas albanesas y... yanquis. Esta región de los Balcanes es estratégica para lo OTAN, que según dicen tiene allí ya cerca de una decena de miles de efectivos, lo que significaría un soldado extranjero por cada doscientos habitantes, nada menos. Se sabe que Serbia nunca fue un gran aliado de la OTAN y, de hecho, salvo en el ínterin de su versión soviética, siempre se alineó tras la eslava y ortodoxa Rusia. La justificación oficial, la de la "autodeterminación de los pueblos" (Mazzini y sus contemporáneos ya son polvo hace rato) siendo que el 90% de su población es de lengua y etnia -para otro artículo quedan mis resquemores sobre la validez del concepto "étnico"- albanesa, es echada por tierra al enterarnos que una de las principales condiciones puestas por EE.UU. para apoyar su independencia es que, de ningún modo, soliciten después una unión política con Albania. Claro que no todo es geopolítica en esta vida y si uno continúa leyendo, descubre que en el territorio de Kosovo se encuentra la enorme mina de Trepca, el mayor yacimiento de metales y diversos minerales en Europa, que actualmente está a medias desaprovechada por falta de inversión y que, según seguimos leyendo, tiene prometidas importantísimas inversiones de capitales privados yanquis y británicos, países cuyos gobiernos se apresuraron a reconocer la independencia de Kosovo atolondradamente, más allá del consenso internacional.

Lejos de mi intención está provocar las iras de orgullosos panameños o de algún igualmente orgulloso kosovar que entienda castellano, pero las similitudes entre ambos casos me parecen asombrosas, y también la coherencia de la política exterior yanqui durante el último siglo. En el caso doméstico y cotidiano todo esto se reduce a que mis hijos tengan que memorizar un país más para sus exámenes de geografía (sería interesante una encuesta del tipo que refiero en el primer párrafo entre los jóvenes argentinos acerca de la existencia o no de Leandro Alem y Martín Fierro, por ejemplo), países que en una importante proporción, según entiendo, no existen: tomemos por caso a las Islas Marshall. Según los libros y la misma ONU este archipiélago de 63.000 habitantes (entrarían cómodamente en cualquier buen estadio de fútbol porteño, por ponerlo en perspectiva) es un país independiente. Este grupo de islas, en la tardía disolución del imperio español, fue vendido a Alemania, tras la primera guerra mundial pasó a ser un "mandate" (eufemismo por colonia) del Japón y tras la segunda pasó en la misma condición a manos de los Estados Unidos. Estaría bárbaro que esta buena gente tuviera independencia pero resulta que uno sigue leyendo y encuentra, en el apartado de comercio exterior, que sus exportaciones (pescado y aceite de coco) son en un 80% a EE.UU., y sus importaciones son en un 51% de EE.UU. y en un 15% de Guam; recordemos que Guam es una isla muy cercana a ese archipiélago, propiedad de los Estados Unidos, en la que éste tiene su mayor base militar del Pacífico, como gentil advertencia ante cualquier intento de cambiar su política de comercio exterior. ¡Viva la independencia de las Islas Marshall y de Ruritania!