jueves, julio 17, 2008

Nueve lunas


viernes, julio 11, 2008

Apologistas del fisgón

Hoy en día uno mira un noticiero y descubre que la de camarógrafo profesional, ese/a que va donde la producción le indica y registra los sucesos que le pidieron que registre, es una ocupación en franca decadencia. De a poco pero sin pausa van siendo remplazados por las "colaboraciones" de perejiles amateurs que, celular en mano, se la pasan filmando las cosas que ocurren a su alrededor. En los portales de noticias de internet ocurre otro tanto. Este fenómeno es naturalmente alentado por los mismos medios (envíenos, envíenos, envíenos) ya que les abarata enormemente los costos: según entiendo, esa gente no recibe retribución económica alguna y se contenta con el cholulismo de ver su nombre fugazmente en la pantalla. Recuerdo que tras la última gran inundación que sufrió Buenos Aires reprodujeron hasta el hartazgo un video de ese tipo que mostraba una calle del conurbano convertida en un auténtico río de furioso caudal y, debatiéndose en él, un par de personas tomadas de una cuerda que, con la ayuda de un grupito de vecinos solidarios, logró zafar del trance; nunca supimos el nombre de esos tres o cuatro quías que ayudaron a salvarles la vida, pero el del infeliz que en lugar de echarles una mano se puso a filmar circuló por todos los medios durante todo el día.

Tiempo después apareció otro video amateur que también fue exprimido a más no poder: Charly en una de sus peores simas, humillantemente invadido y maniatado en su coto privado de depresiva autodestrucción. Siendo García un personaje público, obviamente estamos hablando de otros móviles y otra clase de fisgón... o tal vez no; pero el hecho es que éste seguramente se llevó unos cuantos billetes por haber estado en el lugar adecuado en el instante adecuado y tener, sobre todo, esa adecuada e imprescindible ausencia de ética. (No voy extenderme sobre el tema porque todo que pudiera decir fue dicho, mejor de lo que podría, por Gabriel Báñez).

El tercer caso que quiero mencionar es más reciente aún. Un pibe de quince años, edad que tiene mi hijo -que es bastante pelotudo- y que tuve yo hace veintiocho años -cuando era al menos tan pelotudo como él: irracionalmente soberbio y metódicamente prepotente... porque me hago cargo, a diferencia de otros adultos que prefieren no recordar-, que molesto con una profesora que lo reprobó la jode irrespetuosamente. Ese videíto sirvió para rellenar larguísimos y carísimos minutos en los medios. El pibe en cuestión (culpable de lo que se le imputa, sin duda) fue expulsado y pagó el pato por tantos otros pibes que hicieron, hacen y harán cosas similares, pero no tienen la mala leche de que un compañerito los filme con el celular y lo haga público.

Hace sesenta años Orwell imaginó un estado totalitario donde la corrección política de los ciudadanos era constantemente monitoreada por omnipresentes micrófonos y pantallas. Se basó, claro, en los regímenes que había visto surgir y evolucionar en los veinte años anteriores a la escritura de "1984" pero el capitalismo liberal que por entonces estaba festejando su triunfo en la horrorosa guerra que acababa de terminar no tardaría en preguntarse: ¿Por qué el Estado habría de hacerse cargo de los altos costos económicos de la tecnología necesaria para el monitoreo? El buen George sabía, sin embargo, que uno de los principales métodos de dominación de los regímenes totalitarios era el estímulo a la delación y al buchoneo; lo que le faltó vislumbrar, como a todos los autores futuristas de aquella época, fue la miniaturización y la nanotecnología, que hoy permiten que cada ciudadano- delator se haga cargo de los costos de adquisición y mantenimiento de su equipamiento de espionaje y, tras cartón, le deje pingües ganancias a quienes se benefician con el uso que le dan.

Vivimos el totalitarismo de los fisgones.

lunes, julio 07, 2008

Perito se rebela

Entre tantos sobres que vienen pasando bajo la mesa Miguens y Llambías a diversos legisladores, hubo una maniobra de diversión muy efectiva que fue pasarle uno al benemérito Perito Moreno, que ahora amenaza con romper en temporada baja mermando drásticamente los ingresos por turismo de la provincia K.

Las últimas noticias informan que Néstor envió a su ex chofer a negociar pero éste sólo logró una tregua de entre 24 y 48 horas. Aunque ni él ni la Presidente hicieron declaraciones al respecto quien sí dio la cara, como siempre, fue mi amigo personal Alberto Fernández que explicó "Es sólo una maniobra de Clarín: en Argentina no existen los glaciares".

Elisa Carrió, por su parte, dijo que "Esta es otra muestra de la imperación corruptante... de la corruptez imperativa... de la imperatal corruptidad... Ufa, che, copien alguna de mis declaraciones de los últimos diez años que ya ni me acuerdo del verso ese."

Según fuentes confiables (un conocido mío que vive ahí) dentro de Nordelta hubo un cacerolazo bajo la consigna "Todos somos glaciares" –ante las desdichas que ocurran fuera de la cerca perimetral-.

Luis D'Elía salió a decir "No vamos a permitir que ese glaciar, al que odio visceralmente, pretenda desestabilizar al gobierno: ahora vamos allá y rompemos todo." Un allegado le hizo notar tímidamente que la amenaza del glaciar consistía en romperse él solito, ante lo cual el dirigente quedó algo petrificado e hizo mutis por el foro.

Por su parte Alfredo de Angeli, que a diferencia del sol de Marilina no sólo siempre está sino que no hay forma de dejar de verlo, defendió al glaciar haciendo notar que él "Avanza de a poquito todo el año, a la intemperie; mientras otros se toman vacaciones él sigue avanzando bajo la lluvia, con frío, con viento..." Hubo que contenerlo porque ya se le caían un par de lagrimones.

Sin duda esta situación será un duro condicionamiento para el inminente debate en el Senado.

martes, julio 01, 2008

Frases célebres

Uno siempre intenta ser coherente, dentro de sus posibilidades, al menos cuando está tratando temas serios. Uno, además, ha leído a Borges y por recomendación de él a Chesterton, gente que ha ahondado en el campo de las paradojas hasta casi agotarlo, y cree que ya nada en ese estilo podrá sorprenderlo.

Uno, a la vez, tiene berretines de escritor y por lo tanto se la pasa, aunque no esté escribiendo nada, buscando esa frase que sea el remate justo para un cuento o ese verso final que redondee un poema todavía inexistente o ese parlamento breve y conciso para el instante previo a la caída de un telón.

Uno, por supuesto, sabe qué es políticamente correcto y qué no lo es: largar una sonora carcajada espontánea, de esas que surgen del centro mismo del pecho, en plena reunión de trabajo y ante la declaración de un jefe no lo es, sin duda... pero, ¿alguien puede culparme por eso?

"Yo tiro una idea porque no tengo idea."