viernes, marzo 16, 2007

La búsqueda de la magia

Obra de guinõl escrita para el sexto cumpleaños de mi hija, en un lejano 2002.
***
ANCIANO: (En un rincón de proscenio haciendo pases de magia sentado a la mesa, sin notar que está en público) ¡Abracadabra, pata de cabra! No, no… ¡Abracarancho, pata de chancho! Si, así está mejor. (Se pone a comer y descubre que lo están mirando) ¡Epa! Hola ¿Quiénes son ustedes? (Espera las respuestas) Qué bien, qué bien, yo soy sólo un viejo y mi nombre es… no, mi nombre no importa. Como ven, hago un poquito de magia ¿Ustedes saben cómo se hace la magia? ¿Quieren que les cuente cómo la aprendí? ¿Sí? Bueno, hace mucho mucho tiempo recorrí varios países buscando quién pudiera enseñarme. Hmmm a ver… primero fui a Duendía, el país de los duendes.

MUCHACHO: ¡Qué lindo país! ¡Todo verde! Pero… ¿dónde estarán los duendes? (Un pequeño duende pasa por detrás de él y se vuelve a esconder) Porque en Duendía tiene que haber duendes (Pasa otra vez el duende) Porque Duendía es el país de los duendes (Pasa por tercera vez, el muchacho lo descubre y lo llama) ¡Señor duende! Espere, quiero hablarle (El duende se detiene y lo escucha) Vengo de muy lejos para aprender algo de magia de ustedes, los famosos duendes.
DUENDE: (Divertido) ¡Magia! ¡El mastodonte quiere aprender magia de duende! ¡Ja ja ja! Dígame, señor gigantón, ¿qué ve allí?
MUCHACHO: (Mirando hacia donde indica el duende) Bueno, veo un árbol.
DUENDE: ¡Ja ja ja! ¡Un árbol! Lo que yo veo es la rama en el árbol, la hoja en la rama, la nervadura en la hoja, la savia que corre en la nervadura… ¿Cómo puede entender la magia alguien tan grande, cuando la magia es el arte de distinguir lo pequeño, lo ínfimo, lo chiquititito?
MUCHACHO: Entonces, ¿yo no puedo aprender?
DUENDE: (Serio) Me temo que no, al menos la magia de los duendes. Tal vez puedan ayudarte los ogros, que son grandes, torpes y feos como vos.
MUCHACHO: (Bastante ofendido) Bueno, bueno, ya me voy.

ANCIANO: Los duendes serán muy mágicos pero son unos maleducados, ¿no les parece? Claro que yo no me dejé abatir. Seguí mi camino sin perder las esperanzas y llegué a Ogroterra, el sombrío país de los ogros.

MUCHACHO: (Atemorizado) Uy, ¡qué bosque tan oscuro! Y además solitario (Una enorme cabeza de ogro se asoma en un rincón y se vuelve a esconder) Porque aquí no hay nadie (El ogro se asoma en el otro rincón) ¿Dónde estarán los ogros? (El ogro se asoma, el muchacho lo ve y se pega un gran susto) Se- se- señor ogro, ¡Buenas tardes! Me dijeron que usted puede enseñarme algo de magia.
OGRO: (Divertido) ¡Magia! ¡El mosquito quiere aprender magia de ogro! ¡Jo jo jo! Dígame, señorito, ¿qué ve allí?
MUCHACHO: Bueno, yo veo un árbol… (Al público) Esta vez no me agarran (Al ogro, atropellándose) ¡Y veo la rama y la hoja y la nervadura!
OGRO: (Sorprendido) ¿La nerva qué?
MUCHACHO: (Dudando) …dura
OGRO: ¿Dura? ¡Dura tu cabecita! Yo veo el árbol en el bosque, veo el bosque en el valle, veo el valle en la comarca y la comarca en el ancho mundo. ¿Cómo podría entender la magia alguien que se entretiene con esas minucias, cuando la magia se trata de abarcar con un solo gesto lo grande, lo enorme, lo gigantesco de la creación?
MUCHACHO: (Resignado) No puede enseñarme.
OGRO: (Serio) No, definitivamente no. Tal vez puedan ayudarte las hadas, que son frágiles y enclenques como vos. Anochece, ¡tengo hambre!
MUCHACHO: (Apurado) Buenas noches, ¡yo me voy!

ANCIANO: Como ven los ogros también son maleducados... pero, ¿quién se atreve a decírselo? Yo ya estaba muy cansado pero hice grandes esfuerzos y llegué a Hadamarca, el mítico país de las hadas.

MUCHACHO: Este bosque es diferente, tan luminoso. Lleno de flores, mariposas, luciérnagas, pero ¿habrá hadas? (Un hada pasa volando por detrás de él) ¿Dónde podré encontrarlas? (Pasa otra vez) ¿Cómo voy a hacer? (Se la encuentra de golpe) ¡Oh! Buen día, señora, qué lindo país el suyo.
HADA: Gracias, pero se mantiene lindo porque nos fijamos muy bien a quién dejamos entrar... Por ejemplo, vos ¿qué buscás aquí?
MUCHACHO: Bueno, estoy buscando a alguien que me pueda enseñar algo de magia, señora.
HADA: (Pensativa) ¿Magia? No sé, no sé...
MUCHACHO: ¡Por favor!
HADA: Veamos, ¿qué ves allí?
MUCHACHO: (Al público) Ahora sí. (Al hada, con seguridad) Veo un árbol; y veo la rama en el árbol y el árbol en el bosque y ¡La hoja en la rama en el árbol en el bosque en el valle!!!
HADA: (Se queda esperando) ¿Y que más?
MUCHACHO: (Azorado) Y… y… ¿la savia… del ancho mundo?
HADA: (Con tristeza) No, no, no. Yo miro el árbol y veo la vida que late en él y el alma que se está alimentando de esa vida y la esperanza que llena ese alma y le da sentido a su existencia. Nunca podés entender la magia si sólo ves el árbol, o la hoja o el valle, pero no ves más allá.
MUCHACHO: (Fastidiado con sí mismo) Ya sé, me doy cuenta. ¿Dónde puedo ir ahora?
HADA: Te recomiendo que vuelvas a tu lugar, con la gente como vos, y te olvides de los sueños imposibles.
MUCHACHO: (Abatido) Eso haré.

ANCIANO: Y eso hice. Ya había gastado todos mis ahorros en ese viaje, así que tuve que conseguir trabajo en un barco que se dirigía a mi tierra para volver a casa. Fregaba la cubierta todo el día y me lamentaba de mi mala suerte.

MUCHACHO: (Fregando la cubierta) ¡Qué mala suerte! Nadie pudo enseñarme nada de magia. En ningún lado conseguí lo que buscaba…
RATA: Quizás no buscaste donde debías.
MUCHACHO: (Sorprendido) ¿Quién me habla?
RATA: Yo.
MUCHACHO: ¿Y vos quién sos?
RATA: Ya veo por qué no encontrás nada, ¿no sos muy vivo, no? Soy una rata.
MUCHACHO: Ya sé que sos una rata, pero ¿cómo te llamás?
RATA: Nunca me llamo, siempre estoy conmigo.
MUCHACHO: (Perdiendo la paciencia) ¿Y cómo te llaman los demás?
RATA: Ah, rata asquerosa, bicho roñoso…
MUCHACHO: ¿No tenés un nombre?
RATA: ¿No te digo? Tengo muchos, como todas las cosas. Todo depende de quién me llame, en qué momento, dónde. Las cosas nunca tienen un solo nombre, nunca tienen una sola cara o un solo aspecto. Siempre cambian de acuerdo a quien las mire.
MUCHACHO: Entonces, ¿querés decir que el duende, el ogro y el hada, que veían cosas diferentes al mirar el mismo árbol, tenían todos razón al mismo tiempo? ¿Y yo tampoco estaba equivocado cuando veía simplemente un árbol?
RATA: Vas entendiendo. No podés aprender nada imitando, porque lo que otros ven sirve sólo para ellos. Lo que debés aprender es a mirar con tus propios ojos, y no siempre que se mira se puede ver. Ver y entender lo que ves es la magia, y como las visiones son tuyas nadie más te las puede explicar.
MUCHACHO: ¿Y cómo aprendiste eso?
RATA: Porque soy vieja, y después de mirar y mirar a los demás empecé a mirar dentro de mí, y me conocí, y empecé a ver.

ANCIANO: ¡Y ahora el viejo soy yo! Y les doy ese mismo consejo que me dio la ratita. Un consejo que ni duendes ni ogros ni hadas pudieron darme porque todos estaban convencidos de tener razón, y sólo el que es bastante humilde como para aceptar que hay muchas razones al mismo tiempo puede verlo. Porque una rata en la bodega de un barco no espera ser la más sabia del mundo, sino apenas saber lo suficiente para que nunca le falte galleta. Y eso es todo: ¡La magia existe! Pero está dentro de cada uno de ustedes y sólo ustedes la pueden descubrir. Si algún día lo logran tal vez no puedan mover una montaña, pero seguro que van a dar buenos consejos y ¡Nunca les va a faltar galleta! (Y continúa comiendo mientras se cierra el
TELÓN)

3 comentarios:

Grismar dijo...

¡¡...!!

Cinzcéu dijo...

¡Bien por la rata! Me gustó la obra, lástima que cualquier puesta escolar la estropee sin remedio. Un abrazo.

Vitore dijo...

Geniales los guiñoles. Hay en Madrid un parque llamado El Retiro donde algunos guiñolistas (o como se llamen) ofrecen su magia. Casualmente (o no) muchos son argentinos. Siempre que voy me gusta verlos a ellos y observar las caras y las reacciones de los niños. Abrazos.