martes, mayo 06, 2008

Billetes

Así como alguna vez me puse a leer los Clasificados sin tener nada que ofertar ni demandar, alguna otra vez me puse a revisar mi billetera sin que me importase el valor monetario de su contenido –estado intelectual bastante peligroso, porque en él podría cambiar $100 por $2 por una simple cuestión estética-. Los antiguos lectores del blog conocen mi interés por la Historia, así que no es extraño que me haya detenido en las figuras que ilustran nuestro papel moneda; la elección de esos personajes no puede ser azarosa toda vez que coincide, con una única excepción (un estanciero bonaerense por un estanciero entrerriano), con la denominación de las seis líneas ferroviarias. En un momento en el que discurso proselitista oficial apunta a elegir "un modelo de país" la permanencia de esos íconos en nuestra vida cotidiana nos recuerda que dicho modelo ya fue impuesto hace un par de siglos y llevaría al menos otro tanto modificarlo.


Manuel Belgrano. De lo mejorcito del sexteto, sin duda. Un intelectual de su época con una bastante responsable actividad política y pionero del periodismo por estos lares (que dado el abrumador nivel de analfabetismo sólo servía para una pequeña élite, pero siempre es mejor poco que nada). Durante la guerra de independencia y contra su vocación, aceptó ponerse al frente de los ejércitos provocando el desprecio y la mofa de los hombres de armas, a los que les costaba tolerar recibir órdenes de un señorito de letras. De lo más representativo del pensamiento revolucionario detrás de Moreno y Castelli, que de tan jacobinos fueron prácticamente excluidos de los libros de texto; Belgrano permaneció en ellos, pero en su faceta tal vez más estúpida: la de diseñador textil.


José de San Martín. Más allá del debate sobre sus intenciones políticas y a qué intereses respondía, es indudable que el tipo se ganó un lugar en la lista a través de su descollante actuación castrense. Alguna vez leí (ya no recuerdo dónde) que el ascenso de su figura a la del gran prócer nacional, eclipsando a todas las demás, se dio durante las dictaduras militares del siglo XX. De hecho, en versiones anteriores del papel moneda, su efigie ilustraba los billetes de todos los valores. Algo de cierto debe haber en eso, porque resulta inquietante que el mayor escalón del podio esté ocupado por alguien cuya principal característica, según los textos básicos (los mismos en los que toda la obra de Belgrano queda tapada por la bandera), fue ser un soldado eficiente sin ambiciones de poder en el terreno civil... Da qué pensar.


Juan Manuel de Rosas. En la época en que yo cursaba la escuela primaria (que no era la de Rosas pero igual fue hace mucho, en los 70) en los libros, después de la "anarquía", había un párrafo que decía algo así como "luego hubo un par de décadas de tiranía" para saltar directamente a la batalla de Caseros. El gobierno de Rosas tiene muchos detractores pero nadie puede negar algo: su brillantez como político; sólo así se entiende que haya sido capaz de mantener durante tanto tiempo un statu quo entre provincias semiautónomas basado en acuerdos bilaterales, presiones y juegos de poder. Un rasgo distintivo de su tiranía fue la Mazorca, fuerza de choque paramilitar, gran patota oficialista (¿les suena?) o guardia al estilo de las SA (no, sociedad anónima no... che, ¿hay que explicar todo?); fue distintivo por contraste porque los gobiernos posteriores, tal vez más interesados en la buena prensa, optaron por utilizar a las fuerzas de seguridad regulares para ejercer el terrorismo de estado y asesinar opositores, que eran presentados jurídicamente como delincuentes comunes que se oponían a la autoridad. Voy a aventurar una comparación entre estilos (no sé si es válida, pero el blog es mío): en su defensa de los mismos intereses, si Rosas fuera los K los unitarios serían menemistas.


Bartolomé Mitre. Acá empezamos con un trío fatídico. La personalidad de Mitre suele ser presentada en tres facetas. Como estadista, llegó al poder a través de una de las mayores farsas de nuestra historia: Pavón [*]; entregó la economía nacional irrestrictamente al manejo de los intereses del capital extranjero, principalmente inglés, y en beneficio de esos mismos intereses declaró una guerra injusta y vergonzosamente desigual, que masacró literalmente al pueblo paraguayo. No sólo la declaró, sino que delegó el poder ejecutivo para ponerse al frente de las tropas tripartitas como comandante en jefe, y esto lleva a la segunda faceta. Como militar, todos los autores que he leído coinciden, algunos con saña y otros con pena, en apuntar su desastrosa calidad de estratega; como en Curupaytí donde, a pesar de las advertencias de sus oficiales, ordenó un ataque masivo de infantería (soldados que eran llevados hasta el frente con grilletes, porque la leva era a la fuerza y la opinión popular estaba con "el enemigo") a través de un campo embarrado bajo el fuego franco de los defensores, que los fueron volteando uno a uno como a patitos de lata. Finalmente, como literato, mejor no hablar de ciertas cosas; difícil encontrar prosa más pomposa, pretenciosa y rebuscadisimosa. Ah, y también fundó el diario que todavía hoy es la tribuna del derechismo vernáculo.
[*] Un dato que quizás eche un poco de luz sobre por qué Urquiza ordenó la retirada en Pavón teniendo la batalla ganada: unos años después, el principal proveedor alimentario de las tropas en la guerra del Paraguay fueron sus fincas entrerrianas, lo que representó una mina de oro.


Domingo F. Sarmiento. Continuó con las políticas de Mitre en todos los frentes; tal vez la principal diferencia con aquel haya sido su total falta de diplomacia. Si el programa de TV "El gen argentino" buscaba realmente qué personaje representaba mejor nuestra idiosincrasia, éste tendría que haber sido sin duda él: soberbio, prepotente y descaradamente racista. "Civilización o barbarie" no era, desde su perspectiva, otra cosa que "lo gringo versus lo criollo" o, en términos más actuales, "los blancos versus los negros- cabeza". Jamás perdió oportunidad de sostener esa teoría, como en la carta que, siendo presidente, le envió a un jefe militar donde le pedía que "no le falle el pulso a la hora de hacer derramar sangre de gaucho: para lo único que sirve esa sangre es para abonar la tierra" (sic). Fundó escuelas dicen, y eso está muy bien, pero en su proyecto eran escuelas para educar a los hijos de los futuros inmigrantes, porque los hijos del país -no los de su país proyectado sino los del país real de entonces, que nunca aceptó como viable por ese motivo- eran prácticamente irrecuperables porque el criollo era vago por naturaleza. Un pimpollo, nuestro padre del aula.


Julio A. Roca. Llegó al poder a través del prestigio que le acarreó, durante la presidencia de Avellaneda (el que falta en este cuarteto "fundacional" de 1862- 1886), haber dirigido nuestro primer genocidio sistemático como nación independiente. De hecho, el reverso del billete está dedicado a "la conquista del desierto" y cada vez que lo veo me avergüenzo. La misma denominación delata su hipocresía: un desierto no hace falta conquistarlo sino simplemente ocuparlo, si es necesario una "conquista" es porque no está desierto, y hace falta eliminar a su población para poder repoblarlo con gente propia o afín. Una vez llevado a cabo el genocidio, se desentendió de las promesas a la tropa de distribuir el terreno "conquistado" en pequeñas parcelas individuales, para entregarlo a unas poquísimas manos a manera de enormes latifundios, dando forma definitiva al patrón que aún persiste. Ese proceso fue realizado por intermedio de su hermano Ataliva Roca, y el verbo "atalivar" fue usado durante muchos años en el sentido con que hoy utilizamos la palabra, entonces inexistente, "coimear". El segundo nombre de Julio era "Argentino", y viendo sus negociados, truchadas y chanchullos, eso tiene una evidente segunda lectura.

En fin, digamos que es una bonita caterva de prohombres. Es posible que muchos lectores no estén de acuerdo con esta o aquella afirmación, pero resulta que hablar de Historia es básicamente hablar de figuras políticas, y la política, tanto ayer como hoy (y lamentablemente mañana también), es una cosa bastante sucia y asquerosa... Si en razón del cacareado y mentiroso "cambio de modelo" terminamos cambiando, como solemos hacer, aspectos muy superficiales, y decidimos por tanto modificar el diseño de nuestro papel moneda, tal vez deberíamos seguir el ejemplo de los europeos que -seguramente para evitar roces entre sus distintas nacionalidades- eligieron reproducir en el euro frías obras arquitectónicas; si en cambio seguimos la tradición dolaresca y es imprescindible poner "personajes", bueno, nosotros tenemos a Mafalda, Inodoro, Clemente... ¿Que sería poco serio? Mejor aún, a ver si nos sacudimos un poco esa imagen tan acartonada que tenemos de nosotros mismos.

12 comentarios:

Chiru dijo...

Tengo en borrador, un post sobre personajes similares, pero apuntando a los nombres de calles y avenidas (de hecho cada personaje de los billetes tiene su calle)

Quedó ahí ya que mi conocimiento no es tan vasto como el tuyo, y no podría explicarlo tan bien como lo hiciste vos.

Salvo, haciendo algún copypaste de la página de Felipe
pero no era mi idea.

La idea era hablar sobre vergüenzas y desvergüenzas (como lo hiciste vos) en cosas que están, y que nadie cambia porque ahí estuvieron siempre, y porque quién se anima y a quién se le ocurre?

Si tenemos una calle que se llama Goyeneche, no me parece descabellado utilizar otros personajes (dignos) para calles o billetes,

Con qué orgullo portaría un billete con la imagen de Don Inodoro tomando mate. Pero claro, el dilema sería cuando se decida poner a Gardel, y alguien salga a decir, que no era argentino, o que Mafalda es comunista... Gente sensible, hay en todas partes...

1+ dijo...

Chirusa: no me enlaces a Pigna que yo escribí este post de corrido y sin verificar ninguna referencia... no levantés la perdiz, jaja.
A propósito, hace muchos años, antes de que él fuera tan mediático, asistí a un breve seminario de Pigna y lo que mejor recuerdo es la semblanza de French y Berutti, supuestos repartidores de escarapelas (sin duda lo eran, pero en ese contexto "la escarapela" reviste otros sentidos) que eran los líderes de la barra brava de la revolución que decidían quien podía asistir al cabildo abierto y le impedían el acceso al resto... y que la famosa frase "El pueblo quiere saber de qué se trata" fue una irrupción a mano armada en el recinto de este dúo (que según contó F.P., incluso figura en actas) en la que "de qué se trata" toma la forma de "qué hacen chamuyando tanto tiempo en lugar de ir a los bifes". La historia es algo apasionante, sin duda. Un beso.

Fede / Billie dijo...

Como dice Feinmann El Bueno en un ensayo que recomiendo ampliamente, marcando las diferencias de visión de país:

"Los de Estados Unidos apuntan a la tierra, a lo nuevo, a la nada, a lo que hay que hacer, inventar: un mercado interno, un país. Por cada piel roja que masacraba el furibundo general Custer o quienes fueran como él (el Ejército yanki, en suma) se ponían cien colonos. Por cada tres mil indios que mataba Roca, dos o tres o cuatro familias recibían enormes territorios para explotación latifundista, oligárquica. Para goce privado y poder político."

El ensayo se titula La única deuda de América Latina

Cinzcéu dijo...

Hablando de cosas poco serias, al menos zafamos de que en los 90 un billetito alcahuete terminara incorporado a la historia de nuestro papel moneda.
Un abrazo.

Miguel Dao dijo...

Me quedé con lo de la coincidencia de nombres con las líneas ferroviarias. Es coherente. En tiempos del tren bala, la guita se va volando. Gracias por tu visita a mi (no, mi casa no)puesto en la feria. Volveré seguido por el tuyo.

Nuri148 dijo...

Yo haría como los australianos y pondría en los billetes y monedas nuestra fauna autóctona. No serán tan vistosos como la caterba de marsupiales que tienen ellos, pero el ñandú, el puma (quienes junto con el hornero ya fueron parte de una serie de monedas, de Austral si mal no recuerdo), el tatú carreta, la ballena franca, los pingüinos, y hasta los loros barranqueros valen más para mí que cualquiera de estos tipos que adornan los billetes actuales (y pasados... y futuros, probable y lamentablemente). Que por cierto, respecto a tu observación sobre las lineas de tren, valga el ejemplo de en qué estado están las susodichas.

Ah! Llegué a tu blog por medio del del Capitan Burton.

Patricio G. Bazán dijo...

Yo no recuerdo bien, pero creo que no hemos tenido billetes con la efigie de Moreno, Güemes o el Chacho Peñaloza. Son siempre las mismas figuritas, y siempre los mismos que las patrocinan.
¿Quiénes serán los próceres del futuro, en caso que los haya? ¿El Carlo, Alfonsín, Duhalde?
Prefiero que, como ponen más arriba, elijan para los billetes imágenes de la flora y fauna autóctona; por ejemplo, la flor nacional: la soja.
Saludos.

1+ dijo...

Miguel, Nuri: bienvenidos.
Patricio: gracias por marcarme con tan elegante sutileza la aberración semántica en la que había incurrido; ya está corregida.
Saludos a todos.

Patricio G. Bazán dijo...

De nada, compañero, aunque haya tenido la generosidad de adjudicarme habilidades que no tengo. Lo mío es la sutileza de una motosierra...
Las escarapelas, ¿eran como un salvoconducto, es decir, cobraban los que no las tenían puestas?
Un abrazo.

SirThomas dijo...

Muy interesante 1+.



Saludos.

Anónimo dijo...

Excelente análisis. Y concuerdo en un 100%.

Suerte que están amenazando en cambiar a Roca por Juana Azurduy. Estaría buenísimo, espero que lo cumplan.

Y no estaría mal que cambian al sorete de Minguito por Evita, por Alem o por Illía.

Anónimo dijo...

"Me quedé con lo de la coincidencia de nombres con las líneas ferroviarias"

No, hay uno que está en uno pero no en otro: Urquiza (casualmente, adversarios en Caseros con Rosas...)

Lo que si recuerdo, es que en los billetes de Australes también hubo una serie de personajes de lo mas cipayoide (Juarez Célman, Quintana y alguna que otra lácra mas de lo peorcito de la generación del '80)