domingo, octubre 16, 2005

La importancia de los nombres

Cuando era chico me enseñaron que tener casa, un auto viejo, dos buenas comidas diarias y algunos gustos extra era ser de clase media. A partir de esa definición (tan común) los que estaban por debajo de ese standard, los que vivían en ranchos y comían salteado, eran la clase baja y los que superaban el standard, los que tenían varios autos, casas de campo y vacaciones en Europa, eran de la clase alta. Ya agotadas todas las categorías, me veía obligado a incluir a los Rockefeller y a los Vanderbilt en esa misma bolsa, pero igualmente eran tan pocos...

Pasó el tiempo y leí que las grandes revoluciones del siglo XVIII las habían hecho las "clases medias", porque en aquel entonces la clase alta era la nobleza. Esa clase media, comparando las realidades históricas, correspondía a la que en el párrafo anterior designé como alta. Los apologistas quieren inferir de esto el modo en que mejoró la sociedad global a través del tiempo, pero la ilusión de movilidad social ascendente se debe, en gran medida, a una movilidad nominal descendente.

Cualquier sistema social es piramidal, y lo alto de una pirámide es solamente su punta afiladísima. La verdadera clase alta es por lógica tan mínima que resulta completamente invisible desde la base. La clase media, como en el 1700 y seguramente en el 3000, sigue siendo aquella a la que sus recursos le sobran largamente para vivir cómoda y con lujo. Los que necesitan ahorrar o pedir créditos nunca fueron clase media, pertenecen a una multitudinaria clase baja que termina justamente donde acaba la vida digna que, con parámetros actuales, se puede identificar con lo que enumeré al comenzar este texto (casa, comida y un poco de esparcimiento). Por debajo de la línea de la dignidad, donde la gente vive al día y no sabe qué va a pasarle mañana, no hay clase alguna. Estos son, como los han denominado analistas serios, los "subclase". Los que no consiguen del sistema lo necesario para vivir ya no están dentro de él: No están abajo, sino afuera.

Este desplazamiento de los rótulos, que termina por llamar clase baja a los subclase, media a la baja y alta a la media, provoca espejismos en los dos extremos. Por un lado, la auténtica clase alta ya no se distingue conceptualmente de la media, lo que es probable que sea más adecuado para su seguridad y tranquilidad. Es difícil enfrentarse con lo que ni siquiera tiene un nombre específico. Por el otro, y tal vez más importante, la etiqueta de clase baja para los hambrientos e indigentes, supone la mentira de la inclusión (porque abajo todavía es adentro) para todos aquellos que están claramente excluidos, haciendo más tolerable la injusticia.

Sé cabalmente que no voy a cambiar el mundo, ni lo busco ya, pero siempre es mejor llamar a cada cosa por su nombre. Yo, a pesar de lo que digan, nunca fui de clase media. A lo sumo "media estúpida", como apuntó alguna vez Mafalda.

6 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Hace muchos años estaba haciendo encuestas en el borde de Lanús, en unas casitas precarias que miraban al Riachuelo. Encuesté a un joven obrero de curtiembre que tenía su casilla de lata de un ambiente en terreno propio, esposa y seis hijos. Una de las preguntas era "¿Ud. de qué clase se considera?". Pregunté un poco avergonzado y el tipo sin dudar me dijo "clase media". Creí que no había entendido la pregunta y la repetí, entonces él amplió: "Tengo trabajo y tengo casa propia: ¡soy de clase media!". Y no había ironía. A veces los nombres son importantes y a veces, supongo, son casi lo único.
Felicitaciones por la inauguración del blog.

Grismar dijo...

Hace unos días un alumno (hijo de juez, escuela cara, depto en Punta del Este, Miami, etc.) me dijo: yo soy de clase media pero medio alta, vos sos de la media de la mitad, después están los de la baja más alta, baja normal y baja más baja, y además están los cartoneros.

Espirtual Fighter dijo...

y asi ad infinitum....(?)

Anónimo dijo...

Nunca se es lo suficientemente explícito al hablar de pobreza y exclusión. La desigualdad entre clases no es el resultado de un fatalismo –en el 1700 y en el 3000 también-; es el resultado de un sistema económico y social, y sólo dentro de ese contexto es posible entender el problema con alguna coherencia.
En cuanto a las “ilusiones” y los “espejismos”, pueden ser importantes en la medida en que reflejan la opinión de un grupo social acerca de sí mismo, más allá de su realidad. Y todos esos enmascaramientos de pobres que no se animan a llamarse pobres son quizá síntomas de una crisis de identidad, que atraviesa a todas las capas medias y medias bajas. Si lo pensamos un poco, no tiene nada de extraño: las crisis económicas no son meras calamidades materiales. Hasta los años ’70 había un cierto orgullo de identidad entre los sectores más pobres, tal vez como herencia de aquellos “humildes” y “descamisados” del primer peronismo. Hoy ya no es así, porque la exclusión implica también ausencia de rasgos de identidad positivos. Hoy la pobreza se concibe de un modo nefasto, incluso entre los sectores supuestamente más progres.
Por eso se entiende la respuesta de ese obrero, quien a pesar de vivir en una casilla se identifica como clase media. A lo mejor quiso decir que no era un “piquetero”, un “vago” o un “chorro”, neologismos con los cuales se designa hoy, por la negativa, a los pobres.
Está bien llamar a las cosas por su nombre. La lucidez es una forma de rebeldía. Pero tené en cuenta que los equívocos, en términos de cultura, siempre dicen algo. Y lo que a mi entender expresa ese equívoco es la ceguera o el miedo de las clases medias empobrecidas a caer en el agujero negro de la exclusión. También expresa lo poco que nos importa.

Anónimo dijo...

En una sociedad que evoluciona ascendentemente, en la que se va asentando la política, la economía y la cultura, siempre se tenderá a que la clase media sea más amplia, más numerosa y también con más subclases. A medida que el poder adquisitivo de la clase baja sube, esta se puede permitir un modo de vida y una educación a su descendencia, que hará que se vayan convirtiendo en clase media.

En el otro extremo, en la clase alta, hay que analizarla en diferentes aspectos, ya que hay bastantes personas y personajes, que perteneciendo a ella, precisamente, no es que gocen de una economía saneada. Proviniendo de familias de rancio abolengo, con una educación exquisita, algunos con títulos nobiliarios, pero en muchos casos totalmente arruinados y en otros teniendo dinero pero no de una manera tan excesiva. Lo que pasa es que a pesar de no tener esas economías tan boyantes, que tuvieron ellos o sus antepasados en el pasado, procuran y suelen conseguir, llevar una vida como si lo fueran. Casi siempre por un círculo de amistades. Siempre hay alguien que invita a la casa de la playa a esquiar etc.
Incluso los que si tienen dinero, tampoco lo gastan a raudales, por lo general, a la clase alta no le parece de buena educación esas muestras pomposas de riqueza.

También están los que teniendo muchísimo dinero, nunca pertenecerán a esa clase alta, aunque si pueden que en un futuro, sus sucesores acaben siéndolo.

Y aquí volvemos, a que realmente esto sería esa clase media-alta, ya que la clase realmente alta, son cuatro. Esas familias de larga tradición, y que aunque en ciertos momentos no tengan, quizás tanto dinero líquido, si tienen ese tipo de propiedades realmente importantes, como las casas-castillo en Inglaterra o los “Chateau” en Francia.

Pero de la clase media que describí al principio, los que han podido ir mejorando desde las clases bajas, a la media que describo después, digamos que con casa en la playa y en la montaña, y frecuentando los clubes de golf, hay bastante diferencia.
En definitiva, lo bueno, es que cada vez un sector más amplio de la sociedad puede acceder a una buena educación, que al fin y al cabo, es uno de los aspectos más importantes para poder convivir correctamente y para seguir evolucionando.

Cinzcéu dijo...

El último párrafo del último comentario, directamente me subleva. Una "buena educación" es casi un viejo objeto de colección, "convivir correctamente" es casi una prescripción autoritaria y "seguir evolucionado" es casi una afrenta al darwinismo.