lunes, septiembre 25, 2006

Vida de perros

Ya me acostumbré con resignación a ver en la ciudad perros condenados a vivir perpetuamente en terrazas o patios de cemento de mínimas dimensiones, sin embargo no dejo de asombrarme ante los extremos a los que puede llegar esa crueldad. El otro día viajaba en un colectivo que no suelo tomar y vi en una casa la siguiente escena: Una entrada para autos; en la línea de edificación una alta reja y partiendo de ahí mismo una brusca pendiente; allá, exactamente donde ésta terminaba, el portón del garage y en su parte inferior algo que pude reconocer como un gran perro (supongo que cualquier intento de echarse en otro sitio terminaría haciéndolo deslizar o rodar hasta allí). Cuando uno consigue dominar la bronca ante las prisiones pequeñas y sórdidas en las que hacen vivir a nuestros "mejores amigos" aparecen este tipo de perversas variaciones dignas de El pozo y el péndulo, como convertir en un plano inclinado el piso de la celda a la que los destinan de por vida, y el ánimo vuelve a sublevarse.

Esto me recordó un viejo soneto, que todavía no había subido al blog, inspirado por tantos y tantos perros encarcelados que simbolizan tan bien a la sociedad que los encierra.

En mi barrio hay un perro encarcelado
que le contesta a todas las sirenas
y alucinando brillantes lunas llenas
le aúlla a los faroles de alumbrado,

otro perro que pasea con correa
siempre se burla de cómo le patina
muy conforme con su vuelta hasta la esquina
y los pocos arbolitos donde mea

pero él sigue en un mundo imaginario
donde el viento trae auténticos mensajes
y las lunas no cuelgan de los caños.

¿Y vos qué realidad vivís a diario:
tenés sueños excitantes y salvajes
o solamente molestás a los extraños?

3 comentarios:

Vitore dijo...

Tu relato me ha recordado a un perro al que oigo ladrar, que sé que vive en una casa cercana, pero al que no he vuelto a ver desde que el chico de la casa lo sacaba a corretear. El chico se echó novia, se fue del hogar y el pobre chucho ya nunca salió a correr. Solo lo oigo aullar.

¡Qué pena!

Anónimo dijo...

Hermosísimo poema interrogante. A veces pienso que tengo sueños que se muerden su propia cola, aunque otras veces ni me le animo a acercar la mano por si me la muerden.
De algún modo se la van ingeniando para que la mayoría acepte vivir como Sísifos en un permanente plano inclinado.

Anónimo dijo...

Recuerdo haber conocido a un enorme ovejero alemán al que un facho hecho y (muy) derecho tenía encerrado desde siempre en un canil de escasos 2 x 2 metros "porque es muy agresivo", decía (decía el humano respecto del perro; aclaro por las dudas).
Yo no tengo muchos sueños excitantes ni salvajes pero trato de no molestar a los extraños y mucho menos condenarlos a vivir dentro de una jaula o sobre un plano inclinado. Un abrazo.