jueves, abril 19, 2007

Abstracción en azul

El banco que tiene mi poco dinero, porque mi empleador lo eligió para depositarme allí el sueldo, me envió hace un tiempo un lujosísimo folleto desplegable, en cartón de alto gramaje ilustrado a todo color, avisándome que en el futuro iba a necesitar un aparatito que ellos proveerían para poder operar mi cuenta a través de internet. El artilugio, llamado e-Token, es una especie de llaverito con un botón y una pantallita digital en la que, al apretar aquel, aparecen seis números que deberé cargar en la computadora como segunda contraseña. Todo esto, por supuesto, se hace en nombre de la seguridad y a mi favor. Claro que mi desconfianza me llevó a leer la letra pequeña y me enteré de que, como cantaban Los Twists, el primero te lo regalan y el segundo te lo venden, y te lo venden a un costo no especificado en ningún apartado. OK, pensé, será cuestión de no perderlo ni romperlo. Nada de eso, al recibir el bendito llavero me enteré de que no es posible cambiarle la batería, por lo cual deberé pedir uno nuevo al agotarse ésta. Yo presumo que ese es el precio del mantenimiento de la cuenta (que legalmente no pueden cobrar tratándose de una cuenta- sueldo) y cubre con creces el costoso lanzamiento del llaverito chino de marras.

Más allá de todo eso lo que no entiendo es por qué, tratándose de una imposición a una clientela cautiva, la presentan con el típico lenguaje publicitario que se dirige a un mercado libre. Para colmo, el discurso incluye una flagrante falacia; tanto en el folleto como en la página de internet leo que "los códigos [que genera el e-Token] se modifican en forma constante y nunca se repiten". Señores publicistas: en la escuela me enseñaron que esa última afirmación es falsa si manejamos un conjunto de seis dígitos; también es falsa para uno de seis billones y para ser cierta harían falta infinitos dígitos. Señores: un proctólogo me mete el dedo en el culo y me dice que es por mi bien, pero ustedes, además, se empeñan en convencerme de que es gratamente placentero. ¿Es eso necesario?

PD: ¿Qué tiene que ver esto con el título del post? Nada. Es sólo que estuve jugando con el Paintbrush y me salió esto y me gustó mucho cómo quedó:

4 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Lo de que "los códigos se modifican en forma constante y nunca se repiten" parece que no es falaz. Falta, sí, que la pieza aclare que el e-Token genera un nuevo código cada minuto y tiene una vida útil de 5 años (si no se moja, sufre de calor, etc.). Entonces, si mi cuenta es correcta, el tipo genera 2.628.000 códigos distintos, muere de muerte natural y vos pagás 20 mangos por un e-Token suplente o lo que valga para entonces el bendito aparato. Por lo que pude leer, todos vamos hacia allí y será obligatorio para todo el e-banking de acá a un tiempo.
Yo veré si no me consigo un e-Tolkien y me piro a un mundo de fantasía antes de que éste se ponga peor.
Un abrazo.

Cinzcéu dijo...

PS: ¡Muy buena la abstracción en azul! Yo creo que figura el pensamiento del usuario medio mientras trata de enchufar su e-Token a un puerto USB de su CPU.

Grismar dijo...

Creo que en el punto, con la letra chica de la letra chica, o sea, visible con microscopio electrónico, dice "nunca se repite (mientras dure la batería)". Tienen que presentarlo como algo maravilloso porque nosotros pagamos felices si nos dicen que es rebueno, ¿acaso Telefónica no nos inunda de mensajes en los cuales nos cuenta lo hermoso de contar con ellos, obviando el detalle de que es un monopolio?
La abstracción en azul es hermosa, pero yo veo otra cosa, dos perfiles, masculino a la izquierda y femenino y estilizado a la derecha, unidos en un beso (ya sé, delirio picassiano, pero qué le voy a hacer, cada uno ve lo que ve).
Un beso.

Vitore dijo...

Además a qué mendrugo se le ocurre dar ese nombre a ese aparatito chino: e-Token. Si a nadie le gusta que le-Token las narices no lo llamen así, señores bancarios, sean un poco más finos, menos claros en sus intenciones. ¡Y yo que creía que esos voluptuosos azules eran el diseño del e-Token!.
Y que no pierdo mi innata inocencia...

Abrazos.