domingo, febrero 19, 2006

Exasperante

Acabo de terminar la lectura de "Sudeste", primera novela de Haroldo Conti, en una edición lujosa comentada por un tal Eduardo Romano. Éste debe ser un respetado catedrático pero a mí me resultó un Maestro Ciruela insoportable. Sus comentarios (que son muchísimos) pueden dividirse en dos clases. La primera consiste en correcciones gramaticales que en general no apuntan a erratas sino a giros del lenguaje coloquial y lugareño que utiliza Conti, pero a veces ni siquiera eso como cuando a "brincando duramente de la media luz del amanecer" acota "faltan las comas antes y después del adverbio" ¿...?

La segunda clase consiste en enunciados que supuestamente ayudan a comprender mejor el relato pero que, más allá de algunas interpretaciones personales que yo no comparto, se limitan a repetir los conceptos del texto original. Veamos: cuando Conti escribe que el Boga, el personaje principal, "había notado una leve diferencia entre los dorados. Unos tenían la trompa más alargada y otros, en cambio, la mandíbula inferior hacia arriba, como las tarariras. El primero es el Salminus maxillosus y el segundo el Salminus brevidens. Él ignoraba estos nombres, naturalmente, pero de todas maneras había advertido la diferencia y prefería al último por su aspecto más agresivo" Romano aclara "El narrador discrimina que, si bien el Boga ignoraba tal clasificación, percibía sus diferencias empíricamente y prefería a uno de ellos"; o cuando escribe "y esto mismo tampoco es una lucha, si se mira bien, porque el río teje su historia y uno es apenas un hilo que se entrelaza con otros diez mil" aclara "Significativa alegoría según la cual el río teje la historia con miles de hilos que son los destinos humanos"; o también mi preferida, cuando después de un diálogo que incluye "-¿Qué mierda querrá decir Aldebarán? -No sé lo que quieren decir la mayor parte de estos nombres. -Cada uno tiene su nombre. Basta que suene bien" clarifica con "Admite el Boga su ignorancia respecto del sentido que encierran la mayoría de los nombres de barcos, así como que le complacen o no por razones estrictamente eufónicas" ¡Gracias, Romano!

Sin embargo todo esto no sería tan grave, simplemente un derroche de palabras, y hasta podría resultar gracioso si no fuera porque el bueno de Romano, como un idiota que se sienta a tu lado en el cine y te cuenta el final, se adelanta constantemente al autor arruinando el desarrollo del relato. Así al inicio, cuando la acción recién comienza a insinuarse, leemos que "el encuentro sirve de preámbulo al que muy poco después unirá al Boga con el Aleluya". El descubrimiento de este barco abandonado, el Aleluya, es un nudo importante de la trama pero se encuentra promediando la novela, no muy poco después. Cuando por fin llegamos a ese punto, tratando de no exaltarnos, el comentarista no logra contenerse y esta vez nos larga: "La contradicción de que llegue al barco anhelado durante el verano (vida) en pleno invierno (muerte) anticipa veladamente el destino del Boga" ¡Ah, ¿se muere?! ¿Por qué no te vas un poquito a cagar? ¡Cállate, cállate que me desespeeeras!!!

3 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Excelente post que me hizo reír con ganas (N. del E.: Es decir que alaba la calidad de la entrada y confiesa que le provocó risa). Recuerdo haber escuchado a Romano, hace años, en unas jornadas académicas de algo: me aburrió mucho pero al menos no contó el final.

Grismar dijo...

En este post el blogger explica que Romano es un idiota. Asimismo usa mayúscula en el sustantivo común "maestro" lo que anticipa su exaltación final.

Anónimo dijo...

¡No me peguen, que soy Romano!