jueves, diciembre 29, 2005

Maravillas cotidianas y gratuitas

Vengo de contemplar el anochecer en un cielo despejado desde el ventanal de una cafetería. Es algo indescriptible el degradé de azules que se va oscureciendo de este a oeste durante media hora o más.

Me recordó al cielo más maravilloso que me fue dado ver: a bordo de un barco que me traía de Colonia a Buenos Aires, en el exacto punto medio en el que apenas se ven las líneas de ambas orillas. En la uruguaya ya era de noche y en la argentina todavía era de día y todo el arco del cielo mostraba el espectro completo entre una y otro.

Tal vez todos deberíamos mirar más seguido el cielo. Es una fantástica forma de ubicar a nuestro ego y darnos cuenta de la ínfima posición de insignificancia que tenemos en una gran e incomprensible obra de arte.

2 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Lamentablemente, entre edificios y luminarias, son pocas las oportunidades de ver el cielo en Buenos Aires. Me quedé pensando en eso de "gratuitas": no des ideas, a ver si el Gobierno huele un negocio y lo concesiona.

Grismar dijo...

He visto atardeceres increíbles, amaneceres mágicos, pero jamás presencié algo que me provoque la misma sensación que una tormenta en el mar. Es algo que me hipnotiza, no logro apartarme.
Que tengas un año de cielos y sonetos, 1+, un beso.